Mi primer viaje a Colombia.
A Medellín.
Fui por una situación personal, pero también aprovechando unas vacaciones.
Lo primero que me sorprendió fue el túnel — ese que cruza la montaña y te lanza directo a la vista completa de la ciudad.
Una ciudad metida en un valle, rodeada de verde, con edificios que se mezclan con la niebla.
Me sorprendió lo limpia que está Medellín.
La gente es acogedora, la comida buenísima.
Nos quedamos en el barrio La Candelaria, justo donde pasa el tranvía.
Un lugar pintoresco, lleno de arte, grafitis, calles viejas y mucho verde.
Los edificios de ladrillo me llamaron la atención.
Mi conductor me explicó que lo hacen así porque es más fácil limpiarlos con agua a presión cada cinco años.
Con pintura se desgastan más rápido.
Cosas que solo entiendes cuando alguien local te las cuenta.
Caminamos por el barrio probando de todo: arepas, frijoles, arroz, carne, chorizo y café.
En Medellín desayunan fuerte — casi como almuerzo — y eso me encantó.
Después me mudé a Laureles, más al centro.
Una casa acogedora cerca de la calle 70.
Ahí el metro está cerca, y con la misma tarjeta puedes tomar el tranvía y el teleférico.
Todo funciona, todo está conectado.
Medellín tiene ese balance raro: verde, ruido, calma.
Puedes caminar, hacer compras, o simplemente ver la vida pasar.
Nunca me sentí inseguro.
El clima es fresco, seco, distinto a Panamá, La gente, buena vibra Y Súper fácil de conectar.
Uno de los platos que más me marcó fue el sancocho trifásico — con res, cerdo y pollo.
Otra comida que me gustó fue en Laureles ” el altar Taqueria ” que mezcla comida mexicana y Japonesa
Una locura total, pero deliciosa, te invito a probar
Fotos por © alexander alexis




























